Una de las cosas que más me
gustan de viajar a Europa es la diversidad de gente que conoce uno en el
camino. Los hay de todos los países posibles, hispanos, africanos, asiáticos,
europeos, de todo. Puede uno iniciar una plática conociéndose así culturas
diferentes como interesantes. Y una de las historias que me relataron que más
me gustó fue de Corea y del arte japonés del bushidō (武士道) término traducido como "el
camino del guerrero". Es un código ético estricto y particular al que
muchos samuráis (o bushi) entregaban sus vidas, que exigía lealtad y
honor hasta la muerte.
La historia me la relató un
amigo coreano en un viaje de tren.
En la primera vez que visité
Europa en el año del 94, la ida en tren de Madrid a Barcelona era un viaje
largo donde pasaba uno varias horas con el mismo grupo de gente y daba
oportunidad de oír mucho. Actualmente el mismo trayecto se hace en unas dos
horas, y sin embargo aún es tiempo suficiente para conocer gente y platicar. Fue
ahí cuando la escuché.
Dae-Hyun viajaba con un grupo
de amigos de la escuela superior, no recuerdo muy bien si iban a entrar al
servicio militar o habían salido de él, pero cual haya sido habían decidido
hacer un viaje juntos por Europa y conocer los países que sólo habían visto en
películas o en libros. Dae-Hyun era el único que hablaba inglés fluido por lo
que les servía de guía y con él se podía conversar libremente. Me contó que era
de Cheonan, una ciudad de la
provincia de Chungcheong del Sur aproximadamente a 80 km al sur de Seúl.
Me habló de diversas
costumbres de su ciudad de origen y un par de relatos, el que más recuerdo data
del siglo pasado tornándose en una leyenda que involucra el arte del bushidō.
En 1903
existía un hombre de 54 años llamado Chikamatsu Atsuhiko el cual era un hombre
que seguía el camino del guerrero como doctrina de vida y que había vivido la era Meiji (o Restauración Meiji en 1868) que había ocurrido hacía 35 años atrás cuando él tenía 19.
Chikamatsu no estuvo de acuerdo con la restauración, especialmente en lo que se
refería a la persecución sistemática de los samurái en el nuevo gobierno
a tal grado de que participó en la rebelión de Satsuma que fue una revuelta de ex-samuráis
de la provincia de Satsuma contra el gobierno Meiji liderada por Saigō Takamori
y que acaeció del 29 de enero al 24 de septiembre de 1877cuando Chikamatsu tenía 26 años. Fue la última y más importante
de una serie de levantamientos armados contra el nuevo gobierno, la cual
significó prácticamente la desaparición de los samuráis en un país que, debido
a los rápidos cambios culturales y políticos que sufría, ya no tenía cabida
para ellos en la nueva sociedad.
En la batalla de Shiroyama Tropas de la Armada Imperial,
comandadas por el General Yamagata Aritomo y marines al mando del Almirante
Kawamura Sumiyosho, sobrepasaban las fuerzas de Saigō 60:1. A pesar de esto
Saigō rechazó una carta de Yamagata solicitando su rendición, por lo que
Yamagata ordenó un ataque frontal con todas sus fuerzas en la que Saigō murió. Después
de la muerte de su líder Saigō Takamori alzaron sus espadas y se dirigieron
cuesta abajo hacia las posiciones imperiales, hasta que cayó el último por las ametralladoras
Gatling. Con estas muertes, la rebelión de Satsuma llegó a su final y terminó
con la clase samurái definitivamente.
El relato afirma que Chikamatsu, a pesar de que cayó con sus compañeros guerreros
bajo las ametralladoras, de alguna manera
sobrevivió y fue llevado a la justicia, sin darle el tiro de gracia ni permitir
que cometiera seppuku[1]. Estuvo arrestado un tiempo hasta 1891 cuando El Emperador
Meiji perdonó a Saigō Takamori y sus hombres ya que fueron etiquetados
como héroes trágicos por la gente el 22 de febrero de 1889.
No
obstante lejos de sentirse honrado Chikamatsu Atsuhiko, caminaba la tierra
sintiéndose desacreditado por haber sobrevivido y sintiéndose demasiado
culpable para él mismo darse muerte. Por esa razón portaba bajo el cuello una
bala de la ametralladora Gatling
como muestra de su pecado. Ante eso decidió su vida a proclamar la historia de
su gente, a relatar la leyenda de sus batallas y hacer que todo hombre bajo
Asia conociera el valor de los últimos guerreros samuráis liderados por Saigō
Takamori.
Para
sus 54 años, años que nos sitúa la leyenda, era muy conocido por toda la región
asiática así como su perfecta habilidad para con su arte que no fallaba ni
siquiera por un milímetro. A pesar de que ya había quedado abolidos los privilegios especiales de los samuráis,
Chikamatsu Atsuhiko aún seguía
la escuela del Koryū[2],
estilo clásico dirigido exclusivamente a la clase guerrera samurái, y que
enseñaba a combatir con todo tipo de armas, propias de su época. Para el 1903
estaba prohibido portar armas y Chikamatsu no usaba
ninguna, pero era tan diestro que cualquier objeto en sus manos podía
convertirse en un arma mortal. Sin embargo era de un carácter amable, justo y
respetuoso a pesar de su fisonomía tosca y agresiva. Poseía una mirada ruda con
unos ojos que inspiraban tanto terror como repulsión. De una estatura
inmensa—para el promedio japonés—, cuerpo musculoso y con una áurea que
intimidaba a todos los que lo veían. Usualmente viajaba solo y la gente solía
hacerse a un lado aún sin saber que era un experto en las artes marciales y
sólo hasta que lo conocían aceptaban su amistad y su sabiduría.
Cheonan
estando tan próxima a Seúl ha sido una de los principales puntos de transporte
por donde la cultura se ha expandido por Corea del Sur, por lo que Chikamatsu Atsuhiko había tomado esa
ruta varias veces en su viaje por Corea. No obstante, para 1903 Cheonan aún era un pueblo
pequeño que no creció hasta mediados del siglo XX.
Un
día, Chikamatsu
buscaba un lugar para comer y pasar la noche antes de seguir su trayecto hacia
otras regiones de la provincia sur de Corea, cuando al entrar a una posada vio
a lo lejos a una mujer caminando por la calle llevada del brazo por un joven
muchacho que parecía ser su fiel sirviente. Se dice que la mujer era tan hermosa,
de unas facciones tan exquisitas que Chikamatsu Atsuhiko quedó prendando de
su belleza y la admiró a lo lejos hasta que caminando se convirtió en un punto
perdido en el horizonte. Empero a pesar de su belleza, había algo extraño en
ella, en su mirada, en su caminar, en su comportamiento. No se movía como una
mujer normal, no agitaba los brazos como lo haría alguien regularmente y la
vista no se hallaba en este mundo terrenal sino en otro lado, un lugar tan
apartado como extraño que intrigó a Chikamatsu de sobremanera y no se resistió a conocer su historia.
—Se
llama Kang Young Mi—le dijeron en
la posada.
—¿Qué le pasa? —preguntó
intrigado—. Se ve mal—dijo e hizo una seña con la mano.
—Sí, está mal—afirmó el
hombre que le acercó bulgogi[3]
para que comiera—. Es un mal de amor.
—¿De amor?
—Young Mi amó terriblemente a un
joven de nombre Dae-Hyun más allá de las fronteras sociales. La historia se
repite: Young Mi era de familia adinerada, Dae-Hyun no; pero eso no evitó que
se quisieran a pesar de las diferencias de herencia.
»Estaban
destinados a estar separados por más que intentaron unirse en vida. Los padres
de Young Mi no se lo permitirían nunca y a pesar de que hicieron todo lo
posible por estar juntos, huir, casarse en secreto y amarse, la familia Kang evitó
todos los medios y finalmente los separaron.
»Un
día que lograron verse decidieron quitarse la vida y unirse más allá.
»Consiguieron
un par de pistolas, para dispararse al mismo tiempo, justo después de decirse
"te amo".
»Se
abrazaron, se dieron un beso, se apuntaron a la frente, se dijeron a sí mismo
que se querían pero Dae-Hyun
no pudo hacerlo…
»En
cambio Young Mi sí disparó y frente a ella cayó el cuerpo inerte de su amado.
Ante la impresión quiso darse un tiro ella misma pero justo en ese momento
llegó su familia y la detuvo. Se la llevaron a la fuerza y creyeron que con eso
acabaría todo, pero ella quedó tan impactada por lo que había hecho que su
mente no pudo soportarlo.
»A
partir de ahí sus pensamientos no están aquí, están en algún lugar lejano y eso
le ha afectado más allá de los simples pensares de la mente, también al físico.
Camina mal, se mueve mal, habla mal porque el cuerpo está muerto de alguna
forma. Ya no es ella, no puede controlar sus propios movimientos, por ello
siempre hay cerca algún sirviente que la mueve como un títere por todo el
pueblo. Podría estar recluida en la casa, pero de alguna manera así la obligan a
moverse para que no se convierta en un simple objeto.
La
leyenda dice que Chikamatsu Atsuhiko, que era un hombre de palabra que siempre
tenía algo que decir y era muy sagaz en sus comentarios ante eso se quedó
callado y no supo qué expresar. Sintió tanta lástima de una mujer como ella que
guardó silencio.
El hombre prefirió dejarlo
solo y Chikamatsu comió sin decir palabra, pasó la noche
ahí y al día siguiente continuaría su viaje por Corea; sin embargo, cuando
salía de la región de Cheonan se
cruzó con Young
Mi que era llevada por su sirviente.
Chikamatsu
no dijo nada, simplemente de manera respetuosa hizo una reverencia y siguió su
camino contrario al de ella, pero justo en el momento en que cruzaron camino,
Young Mi, de manera inexplicable se movió—la historia cuenta que por primera
vez en varios años—y prácticamente saltó al cuello de Chikamatsu.
El
sirviente de ella, así como los habitantes del pueblo que fueron testigos de
ese acto quedaron impresionados como si hubieran visto un acto sobrenatural o
escuchado el aullido de una fantasma.
Chikamatsu
tenía unos reflejos tan hábiles como veloces, pero aún así no se imaginaba
semejante acto. No sacó su arma sencillamente por respeto a la mujer y por el
control exacto que tenía sobre sí mismo.
Todo quedó en silencio y como
detenido en el tiempo, todos esperaban una reacción por parte del japonés o por
lo menos una explicación a lo que sucedía. Pero sólo el fiel sirviente alcanzó
a moverse: enseguida hizo una reverencia y pidió perdón por el salvaje acto de
su ama. Y ella, Young
M, se mantuvo inerte sin siquiera darse cuenta de que todos la observaban.
Nadie se explicaba qué pasaba, todos creían que había saltado a su cuello,
tardaron un momento en darse cuenta que lo que en realidad quería ver—y tocar—era
la bala que Chikamatsu
siempre portaba en su cuello.
—¿Qué
pasa? —preguntó el samurái.
Vieron
la expresión en el rostro de Young Mi, por primera vez mostraba algo, tenía una
mirada fija en un punto; tenía una emoción en su rostro. Por primera vez
parecía recordar algo. El sirviente estaba tan sorprendido que asustó a Chikamatsu.
—Es la
bala—dijo el joven con una voz reseca, tartamudo—: La bala. ¡Recuerda la bala!
—los demás no entendían muy bien qué pasaba. Pero el sirviente la conocía muy
bien—por el trato de tantos años, que sólo él podía decir algo de lo que
acontecía en la mente de Young Mi.
—¿Qué pasa? —escupió Chikamatsu—. Exijo una explicación dijo tratando de retirar a Young
Mi de su cuello, pero ella se negaba a hacerlo, incluso parecía pelear por un
animal por contener esa bala en sus dedos.
—Todos
creen—explicó el joven—que después de matar a su amado ella no pudo soportar la
imagen y quedó loca; y que la visión de Dae-Hyun falleciendo ante sus ojos es
una imagen que se mantiene impresa en su mente a tal grado que perturbó sus
pensamientos. Pero no es así: ella no está loca por haberlo matado, si no
porque no recuerda nada del mundo ni siquiera haberle disparado.
Chikamatsu
y los demás testigos del acto no alcanzaban a comprender.
—¿No lo
entiende? —dijo el joven sirviente—. Es verdad que el dispararle la volvió
loca, pero a partir de ahí comenzó a olvidar lo que había hecho y eso la
trastornó aún más. No recuerda el mundo, no se acuerda de Dae-Hyun, ni del
tiempo que pasaron juntos, ni de sí misma, ni a su familia, ni siquiera la
propia existencia o el conocimiento de su propio cuerpo. Por eso está así, en
un total y completo olvido de todo lo terrenal; hasta ahora. Por primera vez
recuerda algo. Mírela.
Y lo
hicieron: Young Mi parecía absorta en sus pensamientos, efectivamente su rostro
lucía diferente, su mirada era distinta, había algo nuevo en ella. Y comenzó a
llorar.
Young Mi bañada en llanto era
claro que recordaba la muerte de Dae-Hyun pero nadie sabía
si eso podía curarla o dañarla aún más. Así que todos, deseando alejarla de un
posible sufrimiento se acercaron rápidamente y la separaron del collar de Chikamatsu,
incluso el mismo samurái retiró la bala de ella y se alejó varios pasos. Pero
la chica comenzó a gritar de una manera extraña, aberrante lo que estresó a
todos. Era claro que quería la bala, pero no sabían a qué grado.
Young Mi
entre jaloneos de los presentes, una extraña movilidad motora, y una impotencia
enorme para hablar sólo alcanzó a señalar su cabeza y hacerles saber que
deseaba la bala, pero estrellada en su propia frente.
Los
presentes gritaron enseguida negándose a la idea. No quería que ella muriera,
nadie lo deseaba, pero el rostro adolorido de Young Mi era tan emotivo que Chikamatsu
se sintió conmovido. Se acercó a ella después de arrancarse la bala del cuello
y se la mostró. Ella lo miró a los ojos con súplica, le señaló la frente y rogó
que le disparara a la cabeza.
Así que
lo hizo.
Cuenta la historia que Chikamatsu Atsuhiko tomó la bala
con sus dedos y con la habilidad que lo caracterizaba estrelló la bala contra
su frente tan velozmente que parecía haber sido disparado por una pistola. Todo
mundo gritó sorprendido, especialmente cuando vieron como saltó la sangre de
ella por los aires y manó por su rostro. Impactados no pudieron hacer nada y
sin fuerzas soltaron el cuerpo de Young Mi que inerte cayó al suelo, muerta.
El
joven sirviente, así como los habitantes de Cheonan se quedaron ahí
inamovibles sin saber qué hacer o qué pensar; sólo después de unos minutos
soltaron el grito y trataron de aniquilar a Chikamatsu, pero era un hombre tan diestro que era
inútil: simplemente nadie podía hacer nada.
Y cuando
creyeron que todo estaba derrotado, poco a poco escucharon un quejido, un leve
lamento que hizo que todos giraran la mirada sorprendidos, todos excepto Chikamatsu
que se mantenía firme y flemático.
Young Mi
cerró los ojos y los abrió un segundo después. Movió los dedos de la mano
derecha y susurró un suspiro.
Los
hombres se arrojaron a ella y notaron que estaba viva: el impacto había sido
tan fuerte que cortó la piel en su frente, pero tan exacto que no le había
lastimado el cráneo, sólo cortado la piel, lo suficientemente hábil para
dejarle una cicatriz de bala en la frente pero no tanto para dañarla, mucho
menos asesinarla.
Young Mi
ya tenía lo que tanto deseaba y enseguida, estrellándose como un relámpago los
recuerdos la invadieron y pudo acordarse de todo: de Dae-Hyun, de su padre, de
su familia, del pueblo, de ella misma, hasta de cómo hablar y moverse por el
mundo. Recordó la existencia física, el universo mismo y comenzó a hablar.
A partir
de ahí Young Mi regresó a la normalidad, su mente se estabilizó y comprendió
que si Dae-Hyun al final no le había disparado era simplemente porque la amaba
tanto que no podía soportar que ella muriere aunque él mismo falleciera. Por lo
tanto Young Mi se decidió a vivir y recordar siempre su amor. Y dicen que ella
quedó marcada con una cicatriz de un balazo en la frente que si bien la mató
también la regresó a la vida.
Chikamatsu
Atsuhiko
ya no regresó al pueblo, siguió su camino por otras rutas tratando de hacer el
bien de alguna manera. Ya no portaba la bala en su cuello, habérsela otorgado a
la chica sirvió también para expiar sus culpas. A partir de ahí dejó de
sentirse culpable por haber sobrevivido. Ya podía caminar con la frente más en
alto, con orgullo porque al igual que Young Mi, en Chikamatsu Atsuhiko un nuevo ser había
nacido.
[1] El harakiri, haraquiri, o hara-kiri
(腹切 o 腹切り lit. «corte del vientre») es el suicidio ritual japonés por desentrañamiento,
en japonés se prefiere el término seppuku. El harakiri o seppuku era una práctica común entre los samuráis, que consideraban
su vida como una entrega al honor de morir gloriosamente, rechazando cualquier
tipo de muerte natural. Por eso, antes de ver su vida deshonrada por un delito
o falta, recurrían con este acto a darse muerte.
[2] Koryū (古流) se puede traducir literalmente como
antigua escuela o estilo clasico.
[3] El bulgogi (en coreano 불고기)
es un plato típico de la gastronomía de Corea
significa "Carne de Fuego" (se debe a su forma de cocinar, sobre el
fuego ardiente).
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