miércoles, 30 de enero de 2013

武士道


     Una de las cosas que más me gustan de viajar a Europa es la diversidad de gente que conoce uno en el camino. Los hay de todos los países posibles, hispanos, africanos, asiáticos, europeos, de todo. Puede uno iniciar una plática conociéndose así culturas diferentes como interesantes. Y una de las historias que me relataron que más me gustó fue de Corea y del arte japonés del bushidō (武士道) término traducido como "el camino del guerrero". Es un código ético estricto y particular al que muchos samuráis (o bushi) entregaban sus vidas, que exigía lealtad y honor hasta la muerte.

     La historia me la relató un amigo coreano en un viaje de tren.

     En la primera vez que visité Europa en el año del 94, la ida en tren de Madrid a Barcelona era un viaje largo donde pasaba uno varias horas con el mismo grupo de gente y daba oportunidad de oír mucho. Actualmente el mismo trayecto se hace en unas dos horas, y sin embargo aún es tiempo suficiente para conocer gente y platicar. Fue ahí cuando la escuché.

     Dae-Hyun viajaba con un grupo de amigos de la escuela superior, no recuerdo muy bien si iban a entrar al servicio militar o habían salido de él, pero cual haya sido habían decidido hacer un viaje juntos por Europa y conocer los países que sólo habían visto en películas o en libros. Dae-Hyun era el único que hablaba inglés fluido por lo que les servía de guía y con él se podía conversar libremente. Me contó que era de Cheonan, una ciudad de la provincia de Chungcheong del Sur aproximadamente a 80 km al sur de Seúl.

     Me habló de diversas costumbres de su ciudad de origen y un par de relatos, el que más recuerdo data del siglo pasado tornándose en una leyenda que involucra el arte del bushidō.

     En 1903 existía un hombre de 54 años llamado Chikamatsu Atsuhiko el cual era un hombre que seguía el camino del guerrero como doctrina de vida y que había vivido la era Meiji (o Restauración Meiji en 1868) que había ocurrido hacía 35 años atrás cuando él tenía 19. Chikamatsu no estuvo de acuerdo con la restauración, especialmente en lo que se refería a la persecución sistemática de los samurái en el nuevo gobierno a tal grado de que participó en la rebelión de Satsuma que fue una revuelta de ex-samuráis de la provincia de Satsuma contra el gobierno Meiji liderada por Saigō Takamori y que acaeció del 29 de enero al 24 de septiembre de 1877cuando Chikamatsu tenía 26 años. Fue la última y más importante de una serie de levantamientos armados contra el nuevo gobierno, la cual significó prácticamente la desaparición de los samuráis en un país que, debido a los rápidos cambios culturales y políticos que sufría, ya no tenía cabida para ellos en la nueva sociedad.

     En la batalla de Shiroyama Tropas de la Armada Imperial, comandadas por el General Yamagata Aritomo y marines al mando del Almirante Kawamura Sumiyosho, sobrepasaban las fuerzas de Saigō 60:1. A pesar de esto Saigō rechazó una carta de Yamagata solicitando su rendición, por lo que Yamagata ordenó un ataque frontal con todas sus fuerzas en la que Saigō murió. Después de la muerte de su líder Saigō Takamori alzaron sus espadas y se dirigieron cuesta abajo hacia las posiciones imperiales, hasta que cayó el último por las ametralladoras Gatling. Con estas muertes, la rebelión de Satsuma llegó a su final y terminó con la clase samurái definitivamente.

     El relato afirma que Chikamatsu, a pesar de que cayó con sus compañeros guerreros bajo las ametralladoras, de alguna manera sobrevivió y fue llevado a la justicia, sin darle el tiro de gracia ni permitir que cometiera seppuku[1]. Estuvo arrestado un tiempo hasta 1891 cuando El Emperador Meiji perdonó a Saigō Takamori y sus hombres ya que fueron etiquetados como héroes trágicos por la gente el 22 de febrero de 1889.

     No obstante lejos de sentirse honrado Chikamatsu Atsuhiko, caminaba la tierra sintiéndose desacreditado por haber sobrevivido y sintiéndose demasiado culpable para él mismo darse muerte. Por esa razón portaba bajo el cuello una bala de la ametralladora Gatling como muestra de su pecado. Ante eso decidió su vida a proclamar la historia de su gente, a relatar la leyenda de sus batallas y hacer que todo hombre bajo Asia conociera el valor de los últimos guerreros samuráis liderados por Saigō Takamori.

     Para sus 54 años, años que nos sitúa la leyenda, era muy conocido por toda la región asiática así como su perfecta habilidad para con su arte que no fallaba ni siquiera por un milímetro. A pesar de que ya había quedado abolidos los privilegios especiales de los samuráis, Chikamatsu Atsuhiko aún seguía la escuela del Koryū[2], estilo clásico dirigido exclusivamente a la clase guerrera samurái, y que enseñaba a combatir con todo tipo de armas, propias de su época. Para el 1903 estaba prohibido portar armas y Chikamatsu no usaba ninguna, pero era tan diestro que cualquier objeto en sus manos podía convertirse en un arma mortal. Sin embargo era de un carácter amable, justo y respetuoso a pesar de su fisonomía tosca y agresiva. Poseía una mirada ruda con unos ojos que inspiraban tanto terror como repulsión. De una estatura inmensa—para el promedio japonés—, cuerpo musculoso y con una áurea que intimidaba a todos los que lo veían. Usualmente viajaba solo y la gente solía hacerse a un lado aún sin saber que era un experto en las artes marciales y sólo hasta que lo conocían aceptaban su amistad y su sabiduría.

     Cheonan estando tan próxima a Seúl ha sido una de los principales puntos de transporte por donde la cultura se ha expandido por Corea del Sur, por lo que Chikamatsu Atsuhiko había tomado esa ruta varias veces en su viaje por Corea. No obstante, para 1903 Cheonan aún era un pueblo pequeño que no creció hasta mediados del siglo XX.

     Un día, Chikamatsu buscaba un lugar para comer y pasar la noche antes de seguir su trayecto hacia otras regiones de la provincia sur de Corea, cuando al entrar a una posada vio a lo lejos a una mujer caminando por la calle llevada del brazo por un joven muchacho que parecía ser su fiel sirviente. Se dice que la mujer era tan hermosa, de unas facciones tan exquisitas que Chikamatsu Atsuhiko quedó prendando de su belleza y la admiró a lo lejos hasta que caminando se convirtió en un punto perdido en el horizonte. Empero a pesar de su belleza, había algo extraño en ella, en su mirada, en su caminar, en su comportamiento. No se movía como una mujer normal, no agitaba los brazos como lo haría alguien regularmente y la vista no se hallaba en este mundo terrenal sino en otro lado, un lugar tan apartado como extraño que intrigó a Chikamatsu de sobremanera y no se resistió a conocer su historia.

     —Se llama Kang Young Mi—le dijeron en la posada.

     —¿Qué le pasa? —preguntó intrigado—. Se ve mal—dijo e hizo una seña con la mano.

     —Sí, está mal—afirmó el hombre que le acercó bulgogi[3] para que comiera—. Es un mal de amor.

     —¿De amor?

     —Young Mi amó terriblemente a un joven de nombre Dae-Hyun más allá de las fronteras sociales. La historia se repite: Young Mi era de familia adinerada, Dae-Hyun no; pero eso no evitó que se quisieran a pesar de las diferencias de herencia.

     »Estaban destinados a estar separados por más que intentaron unirse en vida. Los padres de Young Mi no se lo permitirían nunca y a pesar de que hicieron todo lo posible por estar juntos, huir, casarse en secreto y amarse, la familia Kang evitó todos los medios y finalmente los separaron.

      »Un día que lograron verse decidieron quitarse la vida y unirse más allá.

     »Consiguieron un par de pistolas, para dispararse al mismo tiempo, justo después de decirse "te amo".

     »Se abrazaron, se dieron un beso, se apuntaron a la frente, se dijeron a sí mismo que se querían pero Dae-Hyun no pudo hacerlo…

     »En cambio Young Mi sí disparó y frente a ella cayó el cuerpo inerte de su amado. Ante la impresión quiso darse un tiro ella misma pero justo en ese momento llegó su familia y la detuvo. Se la llevaron a la fuerza y creyeron que con eso acabaría todo, pero ella quedó tan impactada por lo que había hecho que su mente no pudo soportarlo.

     »A partir de ahí sus pensamientos no están aquí, están en algún lugar lejano y eso le ha afectado más allá de los simples pensares de la mente, también al físico. Camina mal, se mueve mal, habla mal porque el cuerpo está muerto de alguna forma. Ya no es ella, no puede controlar sus propios movimientos, por ello siempre hay cerca algún sirviente que la mueve como un títere por todo el pueblo. Podría estar recluida en la casa, pero de alguna manera así la obligan a moverse para que no se convierta en un simple objeto.

     La leyenda dice que Chikamatsu Atsuhiko, que era un hombre de palabra que siempre tenía algo que decir y era muy sagaz en sus comentarios ante eso se quedó callado y no supo qué expresar. Sintió tanta lástima de una mujer como ella que guardó silencio.

El hombre prefirió dejarlo solo y Chikamatsu comió sin decir palabra, pasó la noche ahí y al día siguiente continuaría su viaje por Corea; sin embargo, cuando salía de la región de Cheonan se cruzó con Young Mi que era llevada por su sirviente.

     Chikamatsu no dijo nada, simplemente de manera respetuosa hizo una reverencia y siguió su camino contrario al de ella, pero justo en el momento en que cruzaron camino, Young Mi, de manera inexplicable se movió—la historia cuenta que por primera vez en varios años—y prácticamente saltó al cuello de Chikamatsu.

     El sirviente de ella, así como los habitantes del pueblo que fueron testigos de ese acto quedaron impresionados como si hubieran visto un acto sobrenatural o escuchado el aullido de una fantasma.

     Chikamatsu tenía unos reflejos tan hábiles como veloces, pero aún así no se imaginaba semejante acto. No sacó su arma sencillamente por respeto a la mujer y por el control exacto que tenía sobre sí mismo.

     Todo quedó en silencio y como detenido en el tiempo, todos esperaban una reacción por parte del japonés o por lo menos una explicación a lo que sucedía. Pero sólo el fiel sirviente alcanzó a moverse: enseguida hizo una reverencia y pidió perdón por el salvaje acto de su ama. Y ella, Young M, se mantuvo inerte sin siquiera darse cuenta de que todos la observaban. Nadie se explicaba qué pasaba, todos creían que había saltado a su cuello, tardaron un momento en darse cuenta que lo que en realidad quería ver—y tocar—era la bala que Chikamatsu siempre portaba en su cuello.

     —¿Qué pasa? —preguntó el samurái.

     Vieron la expresión en el rostro de Young Mi, por primera vez mostraba algo, tenía una mirada fija en un punto; tenía una emoción en su rostro. Por primera vez parecía recordar algo. El sirviente estaba tan sorprendido que asustó a Chikamatsu.

     —Es la bala—dijo el joven con una voz reseca, tartamudo—: La bala. ¡Recuerda la bala! —los demás no entendían muy bien qué pasaba. Pero el sirviente la conocía muy bien—por el trato de tantos años, que sólo él podía decir algo de lo que acontecía en la mente de Young Mi.

     —¿Qué pasa? —escupió Chikamatsu—. Exijo una explicación dijo tratando de retirar a Young Mi de su cuello, pero ella se negaba a hacerlo, incluso parecía pelear por un animal por contener esa bala en sus dedos.

     —Todos creen—explicó el joven—que después de matar a su amado ella no pudo soportar la imagen y quedó loca; y que la visión de Dae-Hyun falleciendo ante sus ojos es una imagen que se mantiene impresa en su mente a tal grado que perturbó sus pensamientos. Pero no es así: ella no está loca por haberlo matado, si no porque no recuerda nada del mundo ni siquiera haberle disparado.

     Chikamatsu y los demás testigos del acto no alcanzaban a comprender.

     —¿No lo entiende? —dijo el joven sirviente—. Es verdad que el dispararle la volvió loca, pero a partir de ahí comenzó a olvidar lo que había hecho y eso la trastornó aún más. No recuerda el mundo, no se acuerda de Dae-Hyun, ni del tiempo que pasaron juntos, ni de sí misma, ni a su familia, ni siquiera la propia existencia o el conocimiento de su propio cuerpo. Por eso está así, en un total y completo olvido de todo lo terrenal; hasta ahora. Por primera vez recuerda algo. Mírela.

     Y lo hicieron: Young Mi parecía absorta en sus pensamientos, efectivamente su rostro lucía diferente, su mirada era distinta, había algo nuevo en ella. Y comenzó a llorar.

     Young Mi bañada en llanto era claro que recordaba la muerte de Dae-Hyun pero nadie sabía si eso podía curarla o dañarla aún más. Así que todos, deseando alejarla de un posible sufrimiento se acercaron rápidamente y la separaron del collar de Chikamatsu, incluso el mismo samurái retiró la bala de ella y se alejó varios pasos. Pero la chica comenzó a gritar de una manera extraña, aberrante lo que estresó a todos. Era claro que quería la bala, pero no sabían a qué grado.

     Young Mi entre jaloneos de los presentes, una extraña movilidad motora, y una impotencia enorme para hablar sólo alcanzó a señalar su cabeza y hacerles saber que deseaba la bala, pero estrellada en su propia frente.

     Los presentes gritaron enseguida negándose a la idea. No quería que ella muriera, nadie lo deseaba, pero el rostro adolorido de Young Mi era tan emotivo que Chikamatsu se sintió conmovido. Se acercó a ella después de arrancarse la bala del cuello y se la mostró. Ella lo miró a los ojos con súplica, le señaló la frente y rogó que le disparara a la cabeza.

     Así que lo hizo.

     Cuenta la historia que Chikamatsu Atsuhiko tomó la bala con sus dedos y con la habilidad que lo caracterizaba estrelló la bala contra su frente tan velozmente que parecía haber sido disparado por una pistola. Todo mundo gritó sorprendido, especialmente cuando vieron como saltó la sangre de ella por los aires y manó por su rostro. Impactados no pudieron hacer nada y sin fuerzas soltaron el cuerpo de Young Mi que inerte cayó al suelo, muerta.

     El joven sirviente, así como los habitantes de Cheonan se quedaron ahí inamovibles sin saber qué hacer o qué pensar; sólo después de unos minutos soltaron el grito y trataron de aniquilar a Chikamatsu, pero era un hombre tan diestro que era inútil: simplemente nadie podía hacer nada.

     Y cuando creyeron que todo estaba derrotado, poco a poco escucharon un quejido, un leve lamento que hizo que todos giraran la mirada sorprendidos, todos excepto Chikamatsu que se mantenía firme y flemático.

     Young Mi cerró los ojos y los abrió un segundo después. Movió los dedos de la mano derecha y susurró un suspiro.

     Los hombres se arrojaron a ella y notaron que estaba viva: el impacto había sido tan fuerte que cortó la piel en su frente, pero tan exacto que no le había lastimado el cráneo, sólo cortado la piel, lo suficientemente hábil para dejarle una cicatriz de bala en la frente pero no tanto para dañarla, mucho menos asesinarla.

     Young Mi ya tenía lo que tanto deseaba y enseguida, estrellándose como un relámpago los recuerdos la invadieron y pudo acordarse de todo: de Dae-Hyun, de su padre, de su familia, del pueblo, de ella misma, hasta de cómo hablar y moverse por el mundo. Recordó la existencia física, el universo mismo y comenzó a hablar.

     A partir de ahí Young Mi regresó a la normalidad, su mente se estabilizó y comprendió que si Dae-Hyun al final no le había disparado era simplemente porque la amaba tanto que no podía soportar que ella muriere aunque él mismo falleciera. Por lo tanto Young Mi se decidió a vivir y recordar siempre su amor. Y dicen que ella quedó marcada con una cicatriz de un balazo en la frente que si bien la mató también la regresó a la vida.

     Chikamatsu Atsuhiko ya no regresó al pueblo, siguió su camino por otras rutas tratando de hacer el bien de alguna manera. Ya no portaba la bala en su cuello, habérsela otorgado a la chica sirvió también para expiar sus culpas. A partir de ahí dejó de sentirse culpable por haber sobrevivido. Ya podía caminar con la frente más en alto, con orgullo porque al igual que Young Mi, en Chikamatsu Atsuhiko un nuevo ser había nacido.





[1] El harakiri, haraquiri, o hara-kiri (腹切 o 腹切り lit. «corte del vientre») es el suicidio ritual japonés por desentrañamiento, en japonés se prefiere el término seppuku. El harakiri o seppuku era una práctica común entre los samuráis, que consideraban su vida como una entrega al honor de morir gloriosamente, rechazando cualquier tipo de muerte natural. Por eso, antes de ver su vida deshonrada por un delito o falta, recurrían con este acto a darse muerte.

[2] Koryū (古流) se puede traducir literalmente como antigua escuela o estilo clasico.


[3] El bulgogi (en coreano 불고기) es un plato típico de la gastronomía de Corea significa "Carne de Fuego" (se debe a su forma de cocinar, sobre el fuego ardiente).

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