Salvatore Dinardo. 8.
Conoció a Maximiliano Azuela un día que
recogió a su hermano menor de la secundaria donde tomaba una clase de piano:
mientras esperaba con impaciencia y aburrido deambuló entre los salones para
perder el tiempo hasta que en uno de ellos encontró un guión cinematográfico
que le llamó la atención. Al ver el salón solo en la tarde-noche supuso que
alguien lo había olvidado y motivado por la lectura se lo llevó a casa donde lo
terminó de leer en unas pocas horas. Aceptó que nunca había estado tan
maravillado por una lectura y al día siguiente se presentó en la escuela
decidido a conocer al autor.
Al principio y sin importar cuántos
elogios recibiera por parte de Dinardo, el escritor Maximiliano Azuela, dueño y
señor de la unión maravillosa de imágenes del guión, se mantenía renuente a
hablar y unirse a Salvatore para ningún mínimo asunto.
Pero ante la necedad del joven y
aumentando cada vez más los elogios ante la obra, finalmente se entendieron y
decidieron trabajar juntos.
Adaptando la historia a las condiciones
de la prisión en Planta Libre y los personajes a las mujeres de la misma —salvo
por algunos personajes masculinos protagonizados por el alcaide y unos
custodios—, filmaron La Saliva
del Monte Cárpatos, resultando en una maravillosa y bella cinta como nunca
se había visto.
Por varios meses y con la firme idea de
triunfar Salvatore Dinardo, ayudado por el gobierno del estado de ****, se
dedicó a distribuir la cinta, no sólo en el país, sino en el mundo entero. Sin
embargo, poco sabía de los hombres importantes del medio cinematográfico y
subestimando el debate de ellos y Maximiliano, Dinardo fracasó en su búsqueda y
la cinta nunca se exhibió en ningún país lo que destruyó moral y físicamente a
sus autores hundiéndolos en un olvido del cual nunca se repusieron.
El gobierno de **** ante el fiasco de la
cinta y recibiendo infinidad de acoso por parte de la prensa por gastar dinero
del gobierno en algo no de su incumbencia despidió al alcaide, custodios y
demás hombres involucrados en el asunto; cerró cualquier labor artística en la Prisión, lo que terminó en
la muerte moral de las internas y la desaparición definitiva de la casa
productora Planta Libre; Maximiliano Azuela se dedicó al trago y se le
tomó por el loco del pueblo hasta que acabó sus días abandonado en un
manicomio.
Dinardo, en cambio, avergonzando y con
la culpa de un futuro incierto y sombrío de sus amigas de la prisión, de los
hombres que confiaron en él y el desgaste emocional de Azuela, no pudo
soportarlo y huyó de la ciudad perdiéndose en algún lugar recóndito del cual no
se sabe su destino. Se dice que olvidó todo lo concerniente al cine y se negó a
cualquier trabajo relacionado con el medio. Los que lo conocen aseguran que se rehúsa
a ir a las salas y ver cualquier cine sin importar su perfección
cinematográfica y es uno de los temas que lo montan en cólera al grado de
reventar a golpes a alguien que trata de arrancarle una palabra sobre ello.
Nunca transcurre más de tres meses en una misma población y sin importar
cuántas veces se confiese en las iglesias de los pueblos que visita, no puede
borrar la culpa de haber hundido la vida de varias personas y cuando los
sacerdotes le preguntan por el paradero de la cinta se niega fervientemente a
contestar o afirma simplemente que no sabe.
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