Otro autor que influyó sobre
mí—y principalmente en el apartado del estilo narrativo—más que en los temas,
fue Clifford Donald Simak (Millville, Wisconsin, 1904 - Mineápolis, Minnesota,
1988), periodista y escritor estadounidense. A él se deben dos de las obras más
significativas del género: Ciudad (1952), con la cual obtuvo el premio
Internacional Fantasy y Estación de tránsito (1963), con la que obtuvo
un Premio Hugo[1]
a la mejor novela en 1964.
Yo lo conocí desde
adolescente con el relato El mundo del
sol rojo (1935) y la novela Los hijos
de nuestros hijos (1973) donde se habla de viajes en el tiempo, en ambas. Y
aunque siempre me han gustado las historias de viajes en el tiempo—y eso puede
apreciarse notablemente en mi cuento Flujo
temporal en la pálida luz de la luna de agosto, no me inspiré en Simak para
mis historias de viajes temporales, sino en el estilo narrativo.
El primer acercamiento a ese
estilo fue gracias a Isaac Asimov con el compendio de relatos La Edad de oro de la ciencia ficción I colección
Super Ficción de la editorial Martínez Roca. Ahí Asimov hace una selección de
los cuentos que le gustaron mucho desde niño y que le sirvieron de inspiración
para sus propios cuentos. Fue ahí donde conocí El mundo del sol rojo, y fue ahí donde me di cuenta de la
importancia de la narración ágil para con el lector.
En ese libro, Asimov explica qué le gustó del cuento, sus
experiencias personales y anécdotas interesantes con los autores de los mismos.
Y una de las anécdotas que narra fue que cuando conoció a Simak y le dio a leer
algunos de sus cuentos, Clifford le dijo que si bien eran buenos su redacción
era muy tosca, con un lenguaje muy elevado y cansado. Que como autor debía leer
para todo público. Y que uno como escritor desea ser leído por cualquier gente
sin importar la labor que ejerza, por lo tanto el lenguaje debe ser lo más ameno
posible. Ágil, interesante. Dicho comentario le impactó tanto a Asimov que se
puede sentir un antes y después de Simak en su vida. Se nota tangiblemente la
mejoría que hizo Asimov en sus escritos. Y esa agilidad narrativa está de
manera tangible en las obras de Simak. Lo entendí perfectamente en la lectura
de El mundo del sol rojo ya que es un
cuento que se lee de una sentada, se degusta exquisitamente la manera en que
está escrito y apasiona leer algo así. La segunda historia que le leí a Simak
fue Los hijos de nuestros hijos y se
confirmó el estilo.
Por lo que Simak fue mi gran inspiración para con mi estilo
narrativo. La idea me quedó latente: el escritor debe escribir para la gente. Repudio
a los escritores que redactan frases complejas, con palabras elevadas cuyo
significado no todos conocen y hay que recurrir al diccionario para entender la
obra. Esos escritores son ególatras, sólo quieren demostrar lo que saben. Me aburren.
Yo escribo para todo mundo, quiero que me lea el carnicero de la esquina y el
contador de mi universidad; el profesor de física y político en turno.
Así que cuando una amiga—Karen—me dijo que empezó a leer K. una tarde y sin darse cuenta ya la
había terminado y estaba amaneciendo; no voy a mentirles, me sentí orgulloso.
[1] Los
premios Hugo son unos premios otorgados a las mejores obras literarias
de ciencia ficción o fantasía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario