Uno de mis alumnos me preguntó hace unos días si estructura mata creatividad, y la verdad
es que es una pregunta que yo ya me había hecho varias veces, y me la había
respondido con la experiencia.
He dado clases de escritura de guión y de creación literaria
y me he esforzado por enseñarles la estructura narrativa, la curva de
Aristóteles y todas las reglas necesarias para que hagan un guión completo, con
las escenas bien encadenadas y que no haya cabos sueltos, que los personajes
tengan sentido lógico, que todo tenga su lugar exacto y perfecto. Y aunque lo
aprenden y también se esmeran en seguir las reglas he notado que, es cierto, estructura
mata creatividad.
Mis alumnos, cuando se trata de escupir ideas al aire,
crear personajes y tramas son creativos y muy originales, tanto que hasta
asombran luego sus imágenes, el problema entra en la ecuación cuando se trata
de estructurar la historia, respetar las reglas y seguir la curva dramática de
los tres actos con sus puntos narrativos. Por alcanzar la lógica y querer
redondear la historia, la creatividad comienza a morir. Recurren a escenas ya
vistas y luego quedan flojas, no tienen la misma fuerza ni emoción y se sienten
frustrados.
También hago cine, he dirigido dos películas y he escrito
y vendido algunos guiones. Me considero seguidor del cine mundial y mi favorito
es el cine asiático. De Japón, Corea y China principalmente y una de las cosas
que he notado—y que también varios autores han descrito en libros del cine
asiático—es que ellos no tienen reparo en mostrar todo lo que se les ocurra por
muy absurdo, ilógico, violento y extraño que sea. No tienen miedo a romper
ninguna regla por muy inentendible que quede el producto final y es una de las
cosas que más ha gustado de ese cine a nivel mundial. Muy diferente al cine occidental
donde se preocupan mucho por lo que el público piense o entienda de la
película. A tal grado de que en EEUU, por ejemplo, hacen presentaciones de
encuesta a distintos públicos, mucho antes del estreno de la película para
saber si la han entendido o les ha gustado. Son tan importantes estas encuestas
que las productoras han decidido editar escenas, escribir escenas nuevas o
incluso realizar una película desde cero y empezarla de nuevo con otros
actores. En el cine occidental quieren darle todo al público peladito y en la
boca. En Asia los directores hacen el cine que ellos quieren ver en primer
lugar, por muy extraño que sea y resulta que es tan creativo que es el mismo
cine que el público quiere ver y se consume. Es tanto lo que se consume que
genera tanto dinero que a los asiáticos no les importa el mercado occidental y
las películas no llegan hasta acá. No son tan ambiciones o necesitados como en
EEUU, diría yo.
Y ese deseo de narrar sus propias historias sin
importarle el público es una de las razones por las cuales yo prefiero, por
sobre todo, el cine asiático. Incluso un amigo bromea conmigo y dice: "tú
recurres al cine asiático cansado del cine occidental como una pareja cansados del
matrimonio recurren al sexo duro".
Tomando eso en cuenta, he pensado esa pregunta varias
veces y he notado que en mis escritos baja la originalidad si trato de respetar
mucho. Me he preocupado por si se entiende o no que he dejado ideas sueltas, y
esto me desagrada enormemente. Así que hace ya varios años decidí escribir por
mí y para mí. No me importa lo que piensen los demás y escribo lo que quiero
leer. Me siento al teclado y me fluyen las ideas y a como se me va ocurriendo
lo voy escribiendo. Si llega el momento aparece un personaje, no importa de
dónde, lo puedo desaparecer cuando yo quiera. Si termina la historia y no se
han explicado algunas cosas me importa un bledo.
Igualmente lo relaciono a la vida. En la realidad uno
conoce personas salidos dios sabe de dónde, no se termina uno de conocer y de
pronto se han alejado de nuestras vidas y a veces dejan huella, otros no y
muchos dejan interrogantes. También en la vida real las cosas no se resuelven a
la perfección o como uno quisiera. No se termina de solucionar un problema cuando
uno ya tiene otro nuevo, a veces más fuerte. Diría que cuando uno está en medio
de una historia con un conflicto a solucionar en tres actos, al día siguiente
se presenta otro conflicto, luego otro y otro más. La vida real es tratar—sólo
trata en varios de los casos—de resolver sus conflictos y en muchas ocasiones
uno puede morir sin solucionar anda y sólo dejar más interrogantes. Odio esas
historias formularizadas donde todo se resuelven al final para absolutamente todos
los personajes, donde se justifican todas las acciones y donde todo tiene una
explicación y un origen. Funcionará en narraciones, pero no en mí ni para mí.
Quizá cuando el escritor escribe y redondea todo a la
perfección es una manera de control todo como un Dios. Pero es sólo una ilusión
de control, porque en realidad uno como ser humano no tiene control de su vida,
los problemas siempre estarán ahí y no tiene organizado ni siquiera la hora de
ir al baño, menos cuándo morir.
¿Por qué entonces debería preocuparme tanto por la estructura?
La verdad es que no lo hago. Aunque no voy a mentir, cuando se trata de novela
es un producto más complejo y extenso donde da más espacio para estructurar
todo y embonar las cosas y aún así dejar fluir la creatividad, pero cuando se
trata de un cuento…, escribo lo que se me da la gana sin preocuparme por nada.
Si les gusta bien, si no, hablen con mi abogado.
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